jueves, 11 de febrero de 2010

¡Así se choca!


Mirad. Este es un ejemplo del tráfico que existe en Angola según mi hermano mayor (el de la foto) que trabajaba allí. Dice que se encuentra de esos coches a cada dos por tres. Que la gente mientras conduce bebe y tira la botella por la ventana (¡ojo, botellas de cristal!) en plena ciudad, los peatones cruzan la calle como si del juego de la rana se tratara (aquél en el que esquivas a los coches), que van en contra-mano cuando pueden, ¡y que para ir seguro allí tienes que ser todo un ninja!"¿Qué hace en un país así?", os preguntaréis. La respuesta es obvia: DINERO. No hay otro motivo que justifique el trabajar en un país tan caótico (y digo eso siendo brasileño), dejando a la familia en el otro lado del charco, sabiendo que tarde o temprano puedes pasar al otro barrio.

Pasas tres meses fuera, ves a tu gente durante unos 15 días, ¡y otra vez a currar! Pero la verdad es que en esos tipos de encargos pagan muy bien, y gracias a ello mi hermano tiene la Xbox y un Mac entre muchas otras cosas que no voy a citar (y que pienso heredar, juju) para no alargar la entrada.

Angola es un país que viene de la guerra, aunque a veces me da la impresión de que es como la canción de Fito y Fitipaldis "Viene y Va", porque después de lo del fútbol, las cosas pintan muy mal. Es por eso por lo que mi hermano se ha vuelto para siempre: no vale la pena sacrificarse por el dinero. Pero según me contaba él, las condiciones allí son deplorables. Me decía que se ve gente mendigando, haciendo sus "necesidades" por la calle (sí, ESO), peleándose por cualquier tontería y descalzos, mientras por la carretara ves a BMWs, Mercedes y otros coches que muchos de nosotros (no todos) soñamos con poseer. Un contraste estúpido.

Mi hermano trabajaba como Jefe de Seguridad de Obra, es decir, se aseguraba de que ningún ladrillo se llevase el alma de nadie. ¡Pero en Angola eso era un trabajo de negros (nunca mejor dicho)! Allí la gente no tiene mucho proyecto de futuro, no encuentran el gusto por el trabajo, viven por vivir... Son como unos indígenas que ajenos a la evolución de nuestra sociedad son obligados a someterse a nuestras leyes y no las entienden. Las obras son muy peligrosas de debido a la ignorancia. Como ejemplo, me contó que una vez, encontró a unos trabajadores excavando un agujero, pero con las botas de trabajo esperando fuera. Mi hermano no lo entendió, y ya cabreado (tiene mucho temperamento, perfecto para su oficio xD) les preguntó:

- "¿Por qué c**** no llevais puestas las botas de seguridad?"
Uno de los excavadores, ingenuo, con mirada de inocencia, le contestó:

- "Es para que no se ensucien, jefe"

No hace falta contar como siguió el relato. Pero esa no fue la única vez, también hay casos de gente durmiendo en la pala de una excavadora, y otras cosas absurdas que no se pueden tolerar en una obra. Pero lo peor no es eso. A cada dos por tres mi hermano se encuentra con una bomba enterrada durante las obras. Una vez, una explotó a tres metros de él (se cagó entero). Se paran las obras y hay que arreglar el asunto. Cuando supo que desactivaban las minas tocándolas con un palo de madera (ya veis que locura) obligó a llamar al ejército siempre a partir de entonces.

Eso es lo que causa la guerra: cuando le quitas todo a un país, que ni siquiera tuvo tiempo de crecer (pobre Haití, lo que le espera...), todo se vuelve una jungla y todos quedan a merced del mayor postor. En Angola estoy seguro de que debido a la facilidad de control de la gente la corrupción va a aflorar y mucho. Solo los que puedan disponer de una buena cultura podrán ser críticos con su país, aunque creo que muchos se verán tentados a hacerse amigos de los "poderosos". A mí me da mucha pena porque gran parte de la cultura brasileña (como la samba) está enraizada en la angolana, pues muchos de los esclavos que se traían provenían de allí. Es como un primo lejano. De hecho, su lengua oficial es el portugués.

En fin, es la cruda realidad angolana. El dueño del coche de la foto seguro que había bebido una copa demás, o a lo mejor no: creo que no hace falta estar borracho para hacer semejante espectáculo con el tráfico que hay.

Os dejo la canción de Fito y Fitipaldis "Viene y Va". Probad cantarla mientras pensáis en un montón de coches chocándose frente a frente con un montón de gente gritando, mientras en el fondo explotan minas una a una como en las Fallas de Valencia.



Por cierto, una de las fotos que subí es de una gasolinera. ¡Eso sí que es tecnología, higiene y seguridad!

jueves, 4 de febrero de 2010

¿Espíritu competitivo, o interés?


Todos somos conscientes de la enorme cantidad de competiciones que se anuncian en universidades, centros polideportivos, institutos y colegios. Hay de todo: las olimpiadas de matemáticas, física, ortografía, química e incluso de filosofía; los torneos y campeonatos de todos los deportes; los certámenes de literatura... Y a muchos nos habrá entrado el gusanillo de competir contra una multitud de gente más o menos capacitada que nosotros para obtener el codiciado premio, que puede ser desde un diploma o trofeo, pasando por los objetos de valor, hasta el dinero en efectivo.


Uno se pregunta porqué se iba a gastar el dinero en eventos como éste el Estado o las grandes empresas. Si visitais las páginas oficiales de estas competiciones, lo primero que os vais a encontrar es una justificatoria: para impulsar el gusto por la lectura y escritura, para fomentar el espítitu competitivo o crítico de los jóvenes... Promover, provocar, alimentar, avivar, inducir y animar son las palabras que más suelen aparecer en esos textos. ¡El mundo entonces parece maravilloso! ¡Cómo se preocupa la humanidad por mejorarse!


Pero en una moneda, dónde esté la cara, está la cruz, y aquí se presentan los inconvenientes. Por un lado, me parece una pena que en toda competición tenga que existir una recompensa. El concepto de satisfacción personal es algo que ha quedado relegado a un segundo plano, que se suele utilizar como premio de consolación o como arma de falsa modestia dependiendo del resultado. El deseo materialista se ha hecho con nuestro calificativo moral, que concluye que las cosas de mayor valor es por las que se debe de hacer mayor esfuerzo. Por poner un ejemplo: se nos desafían a dos torneos: el primero de un premio moderado y el segundo de un premio descomunal. Sin dudarlo, nos esforzaremos más por ganar el segundo que el primero, pero alguno me podría decir: "Te equivocas. Uno se esforzará más porque sabe que los otros también lo harán". Es verdad, pero se sabe que los demás se esforzarán más porque ellos querrán hacerse con el premio. Es algo que ya suponemos, y que en realidad no nos debe de extrañar: la avaricia es una derivación del instinto de supervivencia. ¡Necesitamos hacernos con el premio, la pasta!


Por otra parte, hay otros premios de los que no se hablan que también se codician, a saber, fama, reconocimiento, admiración... No solo por parte del competidor sino por los que indirectamente también compiten con él, quienes el competidor representa. Por ejemplo, el alumno y el instituto, el equipo de rugby y su universidad, un jugador de fútbol, su liga y hasta su nación... Aqui ya no se trata de satisfacción personal, estamos hablando de intereses. Cuando alguien lee un artículo sobre cualquier institución, comprueba como nadie se olvida de mencionar que "ha tenido varios miembros galardonados con x premios". Y aquí es donde verdaderamente se derrumba el fundamento de las competiciones.


Puesto que es el mundo que mejor conocemos, pongamos por ejemplo a los institutos y a las olimpiadas. Antes de la convocatoria, nuestros profesores nos proponen participar en la competición. Para empezar, muchos ya se echan atrás por miedo, cobardía, o por complejo de inferioridad, y en casos especiales, porque de verdad no les interesa sacarse unos cuartos. Aquí ya falla el pretexto de impulsar ese espíritu competitivo: no alcanza a todos los jóvenes. Luego están los que se presentan que pueden ser los que se creen capaces y los que ven que "no pasa nada por intentar", que raramente consiguen algo. Por último está el juicio del profesor que puede o no coincidir con el del instituto, es decir, ante los candidatos, vuelca sus preocupaciones hacia el que mejor posibilidades tiene de ganar. Lo importante es quedar bien y dar buena imagen, ¿no?


Después de todo el dinero gastado ¿se ha conseguido o se está consiguiendo algunos de los objetivos de las competiciones? ¿Cómo hacer para que participen más personas? ¿Debemos hacer mención sólo a los primeros puestos? ¿De verdad un instituto se puede juzgar por la cantidad de olimpiadas ganadas por sus alumnos? ¿qué tiene que ver el instituto con la satisfacción personal del estudiante?

Si es que por mucho que te esfuerzes, la gente pretende cortar el pan con una cuchara.

sábado, 23 de enero de 2010

¿Qué pasó con los Red Hot Chili Peppers?

¿Qué pasó con los Red Hot Chili Peppers?

Hace casi dos años leí una noticia en internt, que por su título casi me dio un ataque al corazón: "Red Hot Chili Peppers separados". Los que conozcáis más o menos bien a la banda entenderéis lo siguiente: "Dream of Desesperation!", fue lo que pensé (PENSÉ, no grité, no soy tan subnormal como para llamar la atención de la gente).

¿Y por qué me dolió tanto? Porque es una de mis bandas favoritas. Tengo todos sus CDs (descargados xD), me sé la letra de varias canciones (aunque nunca llegue a descifrar el sentido que tienen), y algunas, aunque muy pocas, las tocaba (atención al pretérito imperfecto de indicativo) con la guitarra.


Mucha gente se extraña. "¿Cómo te puede gustar RHCP?" La verdad, es inevitable. Cuando era pequeño, al volver cansado de jugar del colegio, ¡sufría lavados cerebrales de su música durante una hora, o más si mi hermano del medio adolescente y super hormonado quisiese escucharla por enésima vez! Cuando me fijaba en la radio del salón y veía aquellos condenados numeritos que señalaban el número de la melodía infernal que me tenía casi con migrañas, y veía que el número pasaba de 15 a 1, era como si te suspendiesen con un 4,9: ¡Dream of Desesperation! Y no creáis que ahí se acabó todo: Green Day, The Offspring, y otras bandas más, que aquí no las conocéis porque son brasileñas. En fin, por eso me gustan tanto. Y no, no tengo ningún trauma.


Como iba diciendo, los miembros de la banda estaban un poco saturados después de "Stadium Arcadium" y decidieron no volver a hacer nada relacionado con RHCP durante un año. Cada uno se fue por su lado: Anthony (voz) iba a tener un hijo, Flea (bajo) se planteó mejorar sus habilidades, John (guitarra) retomó sus proyectos solistas y Chad (batería) se metió en una banda de jazz (Chickenfoot) y se fue a Japón (ya sabía yo que ese batero no tenía brazos, anda que jazz...).


Yo, por lo menos, estaba satisfecho. Stadium Arcadium para el que no lo sepa es un doble album que tiene en su interior dos CDs: Mars y Jupiter. Aunque a mí me suelen gustar casi todas sus canciones, os aseguro que el album tiene de verdad pistas muy pegadizas: Tell me Baby, Make you feel Better, 21st Century, Hump de Bump, o Snow (con la séptima peor rima del mundo: Hey oh, listen what I say "oh").


En agosto del año pasado, la banda ha vuelto a las andadas. Ya están con sus improvisaciones y composiciones y tienen previsto un nuevo albúm a principios de 2010 (¡queda poco!).
Yo, sin embargo, espero que esa tomada de aire fresco les haya recargado de energía suficiente a los integrantes de la banda para intentar superarse, porque, desde mi punto de vista, el último album se desviaba un poco de la esencia de los "Pimientas Chili Rojas Picantes" [acento mejicano].


¿Cumplirá nuestras expectativas la banda? ¿Qué peinado traerá esta vez Anthony? ¿Volveré a tener migrañas por escuchar sus canciones? Y lo más importante: ¿Conseguiré entender sus letras?


Como dicen en Francia: "On vera bien!"

Ahora podéis escuchar las canciones que cité:











El terremoto de Haití (II)

Dividí el artículo sobre Haití en dos partes porque sino todo iba a quedar muy largo y eso se volvería un rollo. Así que, si antes estaba protestando por el oportunismo de los políticos, esta vez quiero tratar el tema de forma diferente. Pensad que lo estamos viendo todo desde el punto de vista de un periodista enviado allí.


Miles de cuerpos se amontonan en las calles, esperando algún pariente o conocido que les de una sepultura mejor o que al menos, confirme y saque de dudas a los que siguen inquietos por su paradero (si aún queda alguien). No son más que eso: cuerpos inertes, hueros, que o se pudren por las calles como cucarachas muertas o son tirados a fosas colectivas como si de aves con la gripe aviar se tratasen. ¿Es acaso una tumba digna? Hay que evitar las epidemias y no hay tiempo, así que, qué importa ya...

¿Son acaso afortunados? Ellos por lo menos tuvieron una muerte instantánea. Sin embargo, el destino a condenado a otros a seguir con fuerzas para abrir los párpados y ver la luz del día, impregnada por el color rojo de la sangre fresca y el negro de las ojeras de quienes no pueden admitir el el giro que han dado sus vidas o que ya han perdido la cordura.

Pero lo que de verdad me entristece son las historias. Cada cuerpo tapado con bolsas (si aún quedan), cada rostro arrugado por el llanto, cada pedido de socorro, representa un capítulo con final triste de una vida que difícilmente tendrá continuación.

La semana pasada, después de volver del instituto, veía las notícias mientras comía, y saltaban historias cada una más desconsoladora que la otra: la pérdida de miembros del cuerpo, la muerte de una madre, la muerte de un hijo, la muerte de una esposa recién casada, la muerte de toda una familia, o lo que es peor desde mi punto de vista: que se te muera toda la familia, y quedes tú para contarlo.

Lo he intentado varias veces, pero me es imposible ponerme del todo en la piel de esos desafortunados, y os aseguro que he visto muchas cosas en la vida (al lado de mi casa hay una favela). Imaginaos pues, que un día despertáis y ya no están ni vuestros familiares, ni vuestros amigos y conocidos ni nadie con quién hayáis contruido vuestra historia. No sólo eso sino que os enteráis de que los tienen enterrados en fosas en no sé dónde con un montón de cuerpos más como si estuviesen en una bolsa de pipas. Un muerto más, un muerto menos... Y por si fuera poco, vuestro estómago ruge de hambre, sentís la garganta seca como si hubieseis tragado un cántaro de arena, estáis tendidos en el suelo de la calle sin poder moveros y nadie tiene tiempo de ayudaros porque están demasiado preocupados con sus propias vidas.

¡No me dejéis morir/vivir! es la frase que me ronda por la cabeza.

Esto me hace pensar: nuestra familia, con la que a veces discutimos y más de uno (no me lo neguéis) habrá deseado su muerte; los tres o cinco platos de comida que tenemos cada día sobre la mesa y que a veces rechazamos porque no nos gusta; nuestra casa, que nos protege del frío y de la lluvia cuando dormimos bajo nuestras mantas calentitas, sobre una cama confortable...

¿Valoramos lo suficiente lo que tenemos a nuestro alrededor? Yo creo que a veces no. Sin embargo, sí nos preocupamos por nuestras ropas, los CDs de nuestras bandas favoritas, la consola, el ordenador, etc.

¿Creéis que si esto hubiese ocurrido en nuestro país, todas esas cosas seguirían importándole a alguien?

Y es que, uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde.

El terremoto de Haití (I)

El pasado 12 de enero quedé chocado al ver en Antena 3 el desastre ocurrido (y que sigue ocurriendo) en Haití: un terremoto de grado 7 en la escala de Richter ha hecho añicos toda edificación levantada, ¡incluso el Palacio Presidencial!
Pero eso no es lo más importante: a principio se preveían 100.000 muertes (que ya es grave), pero recientemente, ¡la cifra ha aumentado a 200.000 muertes y ya han sido confirmadas 50.000! Toma ya...


El ambiente ahora en Haití es el puro caos: no hay agua, ni luz, escasea la comida y los hospitales no dan a basto. La perdición saca del hombre su instinto más salvaje: el instinto de supervivencia. Al igual que quienes no soportan el orden en la evacuación de un incendio, los haitianos se lanzan de forma alocada por un trozo de pan en un saqueo patrocinado por la ley del más fuerte.


Afortunadamente, la solidariedad se coordina muy bien hoy día: la República Dominicana, el país vecino, traslada los afectados a su país; varios países han puesto en marcha desde el primer momento planes de emergencia (aunque los profesionales y las ayudas tardan en llegar) y Estados Unidos ha considerado a los inmigrantes ilegales haitianos como "ciudadanos protegidos", que está muy bien, pero espero que no confunda el país afectado como una colonia suya.
Esto último es lo que más me preocupa. ¿Serán capaces de aprovecharse de una situación como ésta para sacarse los cuartos en un futuro? Espero que no hayan leído nada de Nicolás Maquiavelo. :O


Pero lo que me pone enfermo es el oportunismo que tienen los políticos como Leire Pajín del PSOE que se aprovechan de un desastre como éste para hacer publicidad de su presidente "mundialmente solidario" (bueno, primero que se ocupe de lo suyo), cuando muchos otros países han hecho lo mismo o más, y sin embargo ponen a su nación (mejor dicho, a su partido) como solidariedad en su máximo exponente.

Y además, ¿qué pinta de la Vega en Haití ahora? Se supone que quienes están con la mano en la masa son los grupos de emergencia y las ONGs. Que se dejen de desayunos y de discursitos. No creo que los haitianos estén para eso mientras sufren el dolor físico y psicológico de la pérdida.

De verdad, me asombra la falta de escrúpulos que puede llegar a tener el hombre ante cosas tan extremas por... ¡por la imagen!

¿Dormirá por las noches esta gente?

sábado, 16 de enero de 2010

El pirata explorador

Para empezar las publicaciones de El Estudiante, colgaré el primer relato que escribí en Tuenti El pirata explorador. Muchos ya lo habréis leido, pero en fin, por iniciar la tradición. Haced uso de los comentarios.




El pirata, con su talante impasible, se enfrentaba a la violenta mar que intentaba por todos los medios echar abajo su empresa, con el apoyo de vientos amenazadores y tormentas agresivas causadas por el Dios del azar, que siempre habían encontrado alguna forma de brindarnos a la postre de sus efectos, las consecuencias tan conocidas por la infelicidad que provocaban. La realidad es cruda.

Sin embargo, el aventurero confiaba ciegamente en su nave, robada a grandes señores con la finalidad de descubrir nuevos paisajes, otras formas de pensar, otras formas de ser, para así enriquecerse con el mayor tesoro que se puede tener: el conocimiento. La contemplación de lo desconocido.

Consigo llevaba su tropa: decenas y más decenas de fieles, que como él, buscaban encontrar la felicidad en el incierto desenlace que los había llevado a abandonar familias, amigos, conocidos y prometidas.

Los días pasaban, y las tormentas saludaban a los tripulantes de la embarcación con tanta frecuencia, que hasta los torbellinos recibieron nombres femeninos, en señal de burla que hacía el capitán de la nave a aquellos fenómenos naturales que ya se conocía el pirata como el temperamento de sus rivales de toda la vida, que también había dejado atrás.

- ¿Habremos atravesado el borde de la cordura para habernos atrevido a aventurarnos en tan traicionera jornada? - se preguntaba ya, tras semanas de navegación, uno de los compañeros de copas nocturnas del camarero del pequeño bar que habían conseguido instalar con un poco de maña los aventureros.

Su interlocutor, escuchaba aquellas cavilaciones mientras se concentraba en quitar de aquellos vasos, antes llenos de ron, los restos de saliva y barba que los clientes, tras unas cuantas rondas de más, habían dejado inconscientemente en los bordes de aquellos recipientes de cristal. La atención que prestaba a dicha acción era
tal, que los gritos y carcajadas que soltaban los ebrios piratas a unos cuantos metros de la barra se convertían en murmuros semejantes a chillidos ensordecidos por un buen volumen de algodón.

El camarero se fijaba, hipnotizado, en la forma que hacía mover el vaso con una manos
mientras que con la otra presionaba el paño con el que secaba y sacaba brillo al cristal
recién lavado. Ese ruido, el ruido del roce de la tela con el cristal húmedo era lo que había hecho a aquel soñador soportar las horas y horas de tediosa rutina que le eran exigidas debido al papel que hacía en aquel pequeño ejército. Se repetía a sí mismo una y otra vez en voz baja: "confío en el Capitán, la felicidad está en el horizonte. Encontraremos el paraíso, la tierra de los distintos" Las tormentas, que se venían a tomar el café con la tripulación, hasta le resultaron entretenidas y graciosas.

- Ahí viene María. - declaraba en tono irónico la venida de su actriz favorita - ¡Capitán, ha venido Estelisse a decir bonjour! - avisaba el camarero con la ilusión que ya preocupaba a algunos de la tripulación, aunque muchos no podían señalar a nadie.
Y así transcurrían los días en la nave. Días, semanas... meses.

La primera reflexión de la que fuimos testigos de aquel cliente del bar de la nave, que se preguntaba el porqué de todo, empezaba a nublar los sueños de todos los
hombres. Hasta que se dieron cuenta de que casi lograban distinguir realidad de imaginación.

¿Qué sentido tenía ya todo? Sin brújulas, sin mapas, sin ningún sentido de la orientación...

Había momentos que en el barco, no se inmutaban ni las gaviotas que se posaban en lo alto del mástil. Asolutamente todos, como estatuas, contemplaban cómo se acercaban al horizonte de forma asintótica, aquél sol poniente, si llegar a rozarlo siquiera. Otro día sin conclusiones. ¿Qué sentido tenía ya todo?

Otra vez el Dios del azar movía sus zarpas en un baile maquiavélico que enfureció a las olas con tanta intensidad que todas las chicas quisieron hacer acto de presencia para presumir del talento que hacían gala: María, Estelisse, Carmela, Juana... Todas las amantes, con las que los marineros habían compartido noches y noches intensas, estaban ahí para convencer a los piratas de que se dejasen caer en la fluida cuna que bajo la nave les invitaba a tomarse su descanso merecido. El descanso de aquella monótona realidad que los había llevado a más de uno a tomarse el somnífero definitivo, riéndose a carcajadas sueltas de los que aún permanecían en aquella cruda verdad, exhalando el soñador, porciones esféricas de esperanzas perdidas.

La mayoría de las chicas habían seducido a los tripulantes. Pero había alguien que se les resistía: el Capitán.

- ¡Insensatos! ¿Qué ha sido de nuestro sueño? ¿Por qué ahora sucumbís al refugio de las nubes después de tantas horas compartiendo proyectos de glorificante felicidad? ¡Insensatos! - recriminaba por última vez aquél valiente antes de desvanecerse entre las barras de madera que lo sostenía e impedían que se juntase a la orgía infernal de la que ahora disfrutaban sus compañeros en la eternidad oculta tras la puerta, cuyo cerrojo se abre con la lámina de una hoz.

****BIENVENIDO****

Una y otra vez. El pirata atravesaba aquél pasillo tapizado con los cráneos de con quién había compartido el ajetreo de las cartas, el sabor del ron, y la ilusión que les había plantado aquellas prometidas, en el muelle de aquél puerto de villanos con el último beso.

En las dos paredes que le privaban de libertad locomotora, incluso en el techo que le eliminaba el placer de la contemplación de las nubes, estaban colgados los cuadros que habrían sido pintados, si entre los tripulantes hubiera habido un pintor. Un pintor... ¡Cómo no se le ocurrió!

Los ojos del capitán habían cobrado una tonalidad grisácea, y habían perdido su brillo, como el cristal traslúcido del que presumían las mansiones de los grandes nobles.

¿Estaba muerto? ¿Le habían drogado los ciclones del azar con la pócima del sueño infinito?

El Capitán seguía en su interminable progreso por el pasillo de los recuerdos. Cabizbajo: no soportaba mirar a los cuadros, pero buscaba en aquellas estructuras óseas alguna respuesta para sus apelaciones, por mínima que fuese.

Sobre su frente, sintió el cálido tácto de lo inmaterial: la luz. Ante él, bailaba una esfera luminosa que indicaba, al parecer, la salida de aquél tormento.

¿Estarían sus compañeros al otro lado de aquél portal?

Cojeando cada vez más deprisa, el pirata no se lo pensó dos veces y se lanzó sobre aquél objeto milagroso, de brazos abiertos, con la intención de abrazar la felicidad que había sentido todos estos meses en los momentos de diversión que tuvieron lugar sobre la nave. ¿Seguiría aquél barco tambien tras aquél pasaje?

****HASTA PRONTO****

Arena. El sabor salado de la arena y su tacto crujiente e irritante circulaba entre los dientes del marinero. Alzó la vista y no se lo pudo creer. Antes de levantar totalmente la cabeza escupió aquél terreno que se había penetrado por su boca. Miró al cielo, y pensó que aquella bola que había abrazado estaba en lo alto, entre las nubes, dando al pirata la bienvenida al añorado desconocido. Ante él, el panorama era glorificante.

Estaba todo allí. Invitándole a adentrarse en el paraíso de los piratas. Estuvo a punto de correr ilusionado (le volvió el brillo a los ojos) al bosque sagrado que se presentaba ante sus narices. Pero de pronto recordó aquella frase, y la recitó en bajo:

"Confío en el Capitán, la felicidad está en el horizonte. Encontraremos el paraíso, la tierra de los distintos"

El reflejo del paisaje que se observaba en las pupilas del pirata de pronto se volvió un retrato estático y difuminado, como si alguien hubiese pasado por un cuadro recién pintado un paño sucio manchado de ron.

De qué servía todo aquello era la pregunta que rondaba por su cabeza. Había logrado su sueño: alcanzar el paraíso. Pero volvió a pensar en aquella frase:

"Encontraremos el paraíso..."

"Encontraremos". Aquél verbo provocó de repente un dolor punzante en el corazón del navegante. ¿Con quién compartiría el sabor de los frutos que allí había, el cálido tacto del agua de los lagos que aquél sitio albergaba, la luz de las estrellas por la noche al lado de una hoguera que con la ayuda de alguien tenía que construir?

¿Qué sentido tenía ya todo?

El pirata sabía lo que tenía que hacer: se cogió un palo con el que apoyarse y se prometió experimentar en un paseo todas las maravillas que regalaba aquél lugar a los más valientes aventureros. Pasaría un día inolvidable.

Y luego, se iría a la cama.

La cuna estaba al alcance de todos.

Estreno El Estudiante


¡Bienvenidos a mi nuevo blog!

Soy yurifoi, futuro estudiante de Arquitectura, interesado en temas varios. Por eso preferí nombrarlo El Estudiante. Lo que haré con más frecuencia es escribir relatos o historias cortas publicadas por capítulos para practicar mi redacción. ¡Podréis comentar y darme consejos!

Además, comentaré temas sobre la actualidad, reflexiones varias que a uno le surge por la mente cuando consulta dudas con la almohada.

¿Por qué un blog, así de repente?

Escribir un blog me parece algo muy sano. Expresar tus ideas y compartirlas con el mundo, mire por donde se mire, es fructífero. Crearemos debates, analizaremos los temas de actualidad, y con las reflexiones de unos y de otros, podremos aproximarnos cada vez más al comportamiento virtuoso necesario para una sociedad justa (qué bien he quedado). Muchos que me conoceis sois jóvenes como yo. ¿Y quién a dicho que no pintamos nada? ¡No señor! Somos la futura generación, y los posibles dirigentes de un mundo mejor.

Pero... ¿por qué? ¡No me gusta pensar! ¡Me hace pupa en la cabeza! :'(

Hoy día, debido a diversos factores, los jóvenes y principalmente los adolescentes muestran una apatía respecto al mundo que los rodea: no se interesan por las noticias de actualidad, se refugian en las burbujas de la red y no reconocen el valor que tienen los medios de los que disponen. Por eso, veo de bastante interés pensar un poco en los asuntos que cada día nos implica tanto directa como indirectamente.

¡Pero bueno! Tampoco penséis que esto va a ser un blog super filosófico ni nada por el estilo. Los artículos que iré escribiendo serán como conversaciones en el bar de en frente de tu casa; como esas horas que uno se pasa tomando un café o una caña con los amigos.

Así que, El Estudiante no solo tratará temas de "adultos" sino que también tendrá su dosis bien cargada de musica, videos absurdos, películas y frikismo en general. ¡Que es de lo que hablamos los jóvenes!

Es algo temporal, pero en fin, para probar no está mal. Cuando coja práctica con estas herramientas me suscribiré a un blog privado en el que pueda hacer una personalización más original y tenga mayor libertad para incluir archivos y otras cosas de las que disponen los blogs más chulos.

Los artículos serán publicados con avisos primero a mis compañeros del Tuenti.com mediante eventos (como lo he hecho ahora). Los que querráis sugerirme cosas, podréis enviarme un correo abajo en Contactar o directamente enviándome un mensaje privado por el Tuenti.

Por tanto, ¡bienvenidos otra vez! Siento que esto va a funcionar.